Durante mi camino a la oficina me encuentro con el puesto de revistas, veo la primera plana de Milenio, un enorme 53 resalta escandaloso por el tamaño de la tipografía como por la tragedia que representa. Me fui a dormir con 50 víctimas en las noticias en línea, al final fueron tres más.
Me pregunto qué coño pasa, cómo fue que llegamos aquí. Indignación, rabia, impotencia me llenan la mente, desesperanza me inunda el corazón. Estamos jodidos me repito ante mi frustración.
En un ejercicio personal preguntándome el “cómo” llega la opción más obvia, la culpa es del Presidente por iniciar una guerra con un estado enfermo. Una estrategia fallida que pondera la fuerza sobre la inteligencia.
Luego recuerdo el porqué de mi coraje por la mañana del jueves. La corrupción no llegó con el panismo, bien es cierto que no se combatió como se predijo con el “cambio”, es cosa de hace mucho, consecuencia de gobiernos irresponsables de personas sin escrúpulos que existen en cualquier lado –y en cualquier partido-, gente sin valores.
Me acordé que justo hace unos meses tuve un problema con un politiquillo de pueblo, hijo de un cacique con mucho dinero. El problema radicó siempre en su prepotencia al invadir un predio que es propiedad de mi madre. Una persona que cree que por tener dinero y “palancas” puede hacer lo que le de la gana sin consecuencias para él, según me cuentan, la misma actitud del padre, de tal palo, tal astilla.
Se preguntarán que tiene que ver mi problema con esta persona, pues bien, resulta que hay gente que alaba al padre de esta persona por el sólo hecho de tener dinero. La gente lo ve como un hombre exitoso, como pocos en la región, sin importar el cómo ha conseguido lo que tiene ahora.
Llego a la conclusión de que tenemos valores muy débiles, culpa de todo mundo –tv, padres, gobierno- donde lo que importa es ser exitoso en un modelo donde éxito equivale a tener dinero, donde vale más imponer respeto a la fuerza que por las ideas que se generan. Donde puedes pisotear a los demás con tal de conseguir un beneficio mezquino.
¿Qué pasa? Nos esta llevando el carajo, ¿cómo llegamos aquí? Desigualdad, impunidad, corrupción, estrategia fallida, falta de valores. Un gran coctel.
Cada que se apoya a un político corrupto, cada que se evade la ley por tener dinero, cada que uno se hace de la vista gorda, se contribuye a joder más este país.
Por momentos pierdo la esperanza, me lleno de tristeza, de coraje y rabia. Luego, veo a mis sobrinos, esas nuevas generaciones y creo que no todo está perdido. Es hora de dejar la pasividad. De despertar. De exigir. De hacer las cosas diferentes.